El dolor constituye un sufrimiento, sea que haya daño físico o no. Desde el punto de vista psicológico el dolor es materia de debate debido a que no existe examen objetivo que pueda medirlo, por tanto se debe confiar en que la persona que afirma sufrir dolor realmente lo está padeciendo. Nadie puede realmente saber cuál es la dimensión e intensidad del dolor de otra persona. La asociación internacional para el estudio del dolor (1994) señaló que el dolor físico es un proceso psicológico que se muestra a través de las reacciones emocionales, cognitivas y conductuales que experimenta la persona con dolor.

La percepción del dolor tiene que ver con el umbral, es decir, mientras más dolor experimenta una persona es porque el umbral de dolor es menor y mientras menor sea el dolor que experimenta, es porque su umbral doloroso es mayor. Así también, el daño físico genera dolor y este, a su vez, puede producir depresión, ansiedad, frustración y cansancio tanto físico como emocional.

Las investigaciones indican que está sumamente relacionado con la depresión, debido a que limita la vida de las personas al dificultar sus actividades diarias y reduce la capacidad de disfrutar. Esas limitaciones pueden generar un estado de inconformidad/irritabilidad, que son emociones que la mayoría experimentaríamos ante el dolor. Adicionalmente, las personas con dolores recurrentes, suelen sentir ansiedad, lo que genera que presten mayor atención a cualquier manifestación del dolor. Genera tensión en la persona dolorida y preocupación por las consecuencias de esta situación, dicha preocupación podría incluso limitarlo, es decir, que la persona suspenda sus actividades para no sentir dolor.

La ansiedad puede incrementarse en relación directa con el aumento del dolor, lo difícil es que muchas veces no es así, las personas podrían tener niveles de dolor bastante tolerables, pero por su estado de alerta/ansiedad es que perciben más el dolor.

Todas las personas manejan el dolor de diferente manera y ello depende de variables como la personalidad, la forma como observan que las personas cercanas manejan su dolor, la forma como ellos mismos vivieron su dolor de niños, lo que obtienen con la expresión de su dolor, etc. El aprendizaje y la historia familiar también están relacionados con el grado de atención que se le presta al dolor. Si en el hogar la reacción frente a un golpe que genera un moretón, era: “no te muevas”, “no lo toques”, se inducirá a una mayor reacción que si el mensaje es: “sigue para adelante” o “el dolor se controla”. También tiene que ver el carácter, las personas sensibles por ejemplo, pueden percibir mucho más el dolor que otras, ello no significa que puedan tener un umbral alto, es decir, que puedan soportan el dolor intenso.

Para manejar la experiencia del dolor crónico, es preciso trabajar en dos niveles:
el primero es aceptar que el dolor podría no desaparecer y que tendrá que tolerar el dolor sin que ello implique que no puede vivir, y
el segundo es llegar a manejar todos los aspectos que se puedan controlar, tales como la atención, hacer actividades diarias con esfuerzo, pero no dejar de hacerlas.

Hay que considerar que los dolores no son iguales. Los dolores agudos se acaban cuando el estímulo cesa. Los dolores crónicos son aquellos que duran más de seis meses y se pueden prolongar mucho tiempo, como los dolores oncológicos o los dolores artríticos.

El manejo psicológico, tanto para los dolores agudos como para los crónicos, tiene como objetivo general reducir el grado de atención que se le presta al dolor para que la persona pueda enfocarse en su vida. Recuperar una calidad de vida armónica y que genere bienestar. También se busca trabajar en la prevención; a las personas con migraña, por ejemplo, se les recomienda evitar el consumo de chocolates, lácteos, embutidos, alcohol y otros elementos que pueda exacerbar su dolor. Igualmente, se les indica que cuando empiezan a sentir dolor tomen sus medicamentos, no esperen a que el dolor se incremente porque las crisis migrañosas generalmente van en aumento.

Aceptar la experiencia dolorosa, depende de cada persona. Algunas se enfurecen con la vida, con el destino, con Dios, no salen de ese estado -que es típico frente a situaciones difíciles-, por eso no pueden avanzar en el camino de la aceptación y sufren permanentemente. El problema de ello, es que con esa muestra de sufrimiento influyen en el bienestar de los que están a su alrededor.

Los cambios en el estilo de vida son un tema sumamente complicado para las personas que padecen dolor y enfermedades crónicas, generalmente se resisten a esos cambios, aún cuando saben que va a ser lo mejor. Un ejemplo típico son las personas adultas que suelen correr y presentan problemas como la artritis o la fibromialgia, pese a que es absolutamente necesario que practiquen una actividad física de menor impacto como la natación, se resisten a cambiar de deporte.

Naturalmente cuando alguien comienza a padecer una situación de dolor crónico, el proceso de adaptación toma tiempo, pero hay gente que se queda entrampada con las diferentes emociones que ello conlleva y todo ese malestar genera consecuencias graves en diferentes aspectos de su vida como pareja, trabajo, relaciones sociales, etc. Es por ello, que el apoyo psicológico se vuelve clave en estos casos.

Ma. Cecilia Solano Carranza
Psicóloga – Psicoterapeuta
Instituto de Psicología de Lima (IPL)
447-3793 /informes@psicologiadelima.com

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