En la actualidad, en la clínica psicológica se reciben cada vez más casos de personas con dificultades en el cuerpo. Sean dolores en todas sus intensidades, malestares que impiden el funcionamiento satisfactorio en la vida diaria o, con sensaciones de cansancio que no tienen ninguna explicación médica o enfermedades autoinmunes.  

Nunca antes como ahora, enfrentamos un tiempo de vida más largo, y por eso hemos tenido que mirar nuestra corporalidad con mayor atención. La mayoría de personas pasando los 40 años, comienzan a notar síntomas en su cuerpo, y ello va desde el desgaste natural de las articulaciones por ejemplo, hasta situaciones de dificultades físicas en la infancia o adolescencia a las que se les hizo poco o ningún caso  para solucionarlo (pie plano, bruxismo, etc.).

Cabe señalar que la salud física y emocional tiene muchas variables que pueden ser causales de la situación actual. Algunas personas también, al margen de sus situaciones de vida pueden gozar de salud, tanto física como emocional. Por lo que, lo que intentamos explicar no es una propuesta generalizable, sino, es un intento de entender situaciones que nos arrinconan como especialistas y no tienen mayor entendimiento en el campo medico.

En ese sentido, llama la atención el crecimiento de enfermedades autoinmunes, que son las enfermedades en las que el cuerpo desconoce sus células y las visualiza como enemigos y por ello las ataca, en personas de cualquier edad y género. Y por más que la prevalencia sea mayor en mujeres, se encuentra que las enfermedades inmunológicas están siendo un problema de salud pública en la actualidad en todos los países. Algunas explicaciones las señalan como dificultades psicológicas y medio ambientales, más que genéticas.

Entre los factores medio ambientales, Fred Miller, director del Grupo de Autoinmunidad Ambiental del Instituto Nacional de Ciencias de Salud Ambiental en Estados Unidos, nos informa que tenemos 80,000 sustancias químicas aprobadas para uso comercial, pero no tenemos idea de su repercusión en el cuerpo y en la salud. Además, se encuentra que los estilos de vida han cambiado mucho en las últimas décadas, pues se nos persuade o “exige” conseguir una serie de “logros” para obtener objetos, dinero o lo que sea que “necesitemos”. Ello hace que estemos más a prisa en el día a día y comamos cada vez más alimentos procesados, hagamos menos deporte y tengamos menos posibilidades de hacer actividades de ocio y descanso.

Desde lo psicológico, muchos teóricos plantean que situaciones vividas en la infancia, conflictos internos entre lo que sentimos y vivimos, se encuentran almacenados en el cuerpo. Se sugiere que el cuerpo es la fuente de toda la información vital y que cuando podemos admitir y entender esas emociones que están arraigadas a él, cuando podemos sentirlas, es que se puede transitar hacia una mayor salud física y emocional.

En la práctica clínica, se encuentran personas con vivencias infantiles dolorosas, sea por maltratos verbales y físicos, por abusos de los cuidadores o padres, y por una serie de vivencias que son difíciles de conciliar en la mente de un niño. Generalmente encontramos a personas con una serie de disonancias entre las vivencias de malos tratos y abusos, con lo que sienten respecto a sus cuidadores y lo que esperan que éstos sientan por ellos. Todo esto, genera una gran confusión psíquica, y produce una gran dificultad para la consolidación de su valía personal, es decir, para que se reconozcan como un ser humano adulto valioso y que sea seguro de sí mismo. Pues estas personas experimentaron situaciones de mucho estrés, e intentan crear a lo largo de sus vidas sentimientos “buenos” e ignorar los “malos”, para lograr ser reconocidos o “ser queridos como hijo/a”

El deseo de ser queridos y aceptados por los padres muchas veces hace que el joven o adulto siga aceptando una relación abusiva y no afectiva. Hay que tener en cuenta que ese deseo de cariño y aceptación es común, necesario e inevitable en los menores de edad. Sin embargo, muchos jóvenes y adultos siguen con el pensamiento de “necesito ser amado y aprobado por mis padres, para ser feliz”. Por lo que el trabajo en psicoterapia es aceptar que se vivió en esa realidad, y que ahora se puede elegir cómo y con quiénes interactuar, mirar a los padres como seres humanos con sus propias dificultades y, en esa medida, procesar y aceptar la difícil idea de que los padres pueden querer o no a sus hijos. Y sobre todo aceptar que, si los padres dicen que los quieren, no necesariamente ha sido de la manera que los hijos deseaban ser queridos.

El amor surge en la relación o no, pero no se puede exigir. Es así que en la unidad cuerpo – mente, cuando empezamos a actuar como que nada sucediera, por ejemplo, cuando nos seguimos relacionando en el maltrato, el cuerpo vive esa disonancia y se convierte muchas veces en una enfermedad. Pues el cuerpo sí recuerda y sabe lo que es afecto de lo que no, que es lo que nos hace vivir tranquilos de lo que nos estresa. Esta búsqueda de amor de los cuidadores, hace que muchas veces sea difícil alejarse de estos, pues tal como menciona Miller (2005), mientras menos amor recibió el niño, cuanto más se le maltrató, más dependerá de los padres o de figuras sustitutas, cuando sea adulto. Esperará de ellos todo lo que sus padres no le dieron de pequeño.

La dificultad es que mientras más se crece, más difícil es obtener de las personas el amor que no se recibió de niño. Y ahí se instalan las expectativas y esperanzas de obtenerlo. Mientras estas expectativas no desaparezcan, más negaremos los hechos y el cuerpo más lo resentirá. Por lo que en un trabajo de psicoterapia se apunta a dar la atención que necesitamos, el respeto, la comprensión de nuestras emociones, la protección necesaria y el amor incondicional que pudo haber sido negado tiempo atrás.

Te invitamos a revisar tus dificultades físicas y si están dentro de lo que el área psicológica puede ayudar a resolver.

Ma. Cecilia Solano Carranza

Mg. En Psicologia de la Salud.

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